dilluns, 28 de setembre del 2009

Un "loco" rebosando cordura.


-John, ¿te consideras un genio?
-Sí. Si algo así como un genio existe, yo soy uno.
-¿Cuándo caíste en la cuenta?
-Como a los 12. Solía pensar: “Debo ser un genio, pero nadie acusa recibo [risas]. O soy un genio o estoy loco, ¿qué será?. ´No´, me dije: ´No estoy loco, porque no me han encerrado; en consecuencia, soy un genio´.

La genialidad es una modalidad de la locura, y todos estamos un poco locos. Pero pretendía apenarme por ello, tal y como ocurría con mi forma de tocar la guitarra. Si existen los genios, yo soy uno. Pero, ¿qué mierda significa eso? Si no existen los genios, me importa un carajo. Fui un niño muy reflexivo; escribía poesía y pintaba.

No me convertí en un artista gracias a The Beatles o al hacerme famoso; he sido así toda mi vida. Asimismo, la genialidad es dolorosa. Es puro dolor… Mira, la gente como yo cae en la cuenta de su así llamada genialidad a los 10, a los ocho, a los nueve. Siempre me pregunté por qué nadie me había descubierto. En mis tiempos escolares, me decía: “¿No se dan cuenta de que soy más perspicaz que el resto? ¿Resulta tan difícil detectar la estupidez de los maestros?”. Todo lo que tenían para dar era información, pero yo no la necesitaba. Me di cuenta de todo ello mucho antes de formar a Los Beatles.

En la preparatoria me sentía perdido y jodido. Le reproché muchas cosas a mi tía: “¡Has tirado mis poemas! ¡Ya te arrepentirás cuando sea famoso!”. Tiró todo a la basura. Jamás la perdoné. ¡No me trató como a un genio o como aquello que yo creía ser de niño! ¡Para mí era algo tan obvio! ¿Por qué no me inscribieron en una escuela de artes? ¿Por qué no me entrenaron? ¿Por qué quisieron forzarme a ser un puto vaquero, como todo el resto? ¡Siempre fui diferente! ¿Por qué nadie se dio cuenta? Un par de maestros se percataron de mi presencia, me dieron aliento para que dibujara o pintara, para que me expresara. ¡Pero la mayor parte del tiempo intentaban doblegarme para que me convirtiera en un dentista o en un jodido maestro! No necesitaba que me calificaran, nunca destaqué en matemáticas ni fui el número uno en inglés. Sólo quería que se percataran de mi forma de ser, que prestaran atención a mis palabras y a mi trabajo, sin calificaciones. ¡Ahora me siento como si hubiera abandonado la escuela una vez más! Acabo de graduarme de la escuela del mundo del espectáculo, o como se llame.

-¿Te arrepientes?, ¿de qué?, ¿de haber sido un Beatle?

-¡Si pudiera convertirme en un maldito pescador, lo haría! Si tuviera la capacidad de convertirme en algo distinto de lo que soy, no dudaría en hacerlo. Ser un artista no es nada grato. Es como la escritura, ¿sabes? Escribir no es divertido, es una tortura. Me gusta leer textos acerca de Van Gogh y Beethoven, acerca de cualquiera de esos locos. Hace poco leí en un artículo que, de haber estado algún psiquiatra presente, hoy no contaríamos con las grandes obras de Gauguin. Sé cómo suena, y te aseguro que prefiero ser rico a pobre y todo lo demás. Pero el dolor…, preferiría no ser lo que soy. Quisiera ser…, bueno, la ignorancia es extática, como suele decirse.

(Extracto de la entrevista editada por ´Rolling Stone México´, en su edición de diciembre 99)

dijous, 24 de setembre del 2009

Renace el idilio.


Hace un par de meses, diversos medios de comunicación se hacían eco de las declaraciones de Robert de Niro en las que afirmaba sus intenciones de compartir "otras dos películas" con el realizador Martin Scorsese. El actor se negó en redondo a profundizar en el asunto porque, dijo, "eso trae mala suerte". La superstición pasó página ayer. La revista Variety, la biblia del espectáculo, anunciaba que Scorsese y De Niro volvían a las andadas y a lo grande. Sólo una palabra: mafia.
El proyecto, un rumor a voces desde hace meses en Hollywood, es la adaptación cinematográfica del libro I heard you paint houses (He oído que pintas casas), una chusca expresión de los bajos fondos que hace referencia a la sangre que salpica los muros después de un asesinato. La obra apareció en 2005 y trataba de poner luz en ese sombrío asunto que fue la desaparición del líder sindicalista Jimmy Hoffa, nacido James Riddle.
Hoffa, un hombre empeñado en meter el dedo en cualquier ojo (ya fuera de un político o de un mafioso), acudió el 30 de julio de 1975 a un encuentro con dos capos de la Cosa Nostra. Ése fue el último día que se le vio. Su desaparición dio lugar a más teorías conspiratorias que el asesinato de Kennedy, y hasta se habló de que a la Casa Blanca no le interesaba tener a Hoffa en la calle. El libro de Charles Brandt cuenta la teoría de la ejecución y descuartizamiento del sindicalista a manos de Frank The Irishman Sheeran, un sicario con 25 muertes a sus espaldas. Ése será precisamente el personaje que encarnará De Niro, quien, vapuleado por la crítica desde hace unos años por su pobre juicio a la hora de escoger películas (su última película, Asesinato justo, no ha sido una excepción), necesita como agua de mayo un proyecto con pedigrí. Y Scorsese se lo va a poner en bandeja.
Lo suyo viene de lejos: realizador y actor se conocieron en una fiesta navideña en 1972. Los presentó un amigo común llamado Brian de Palma. Los dos conectaron al instante, "nos criamos en el mismo barrio, en la misma época... sólo que en diferentes calles", diría después Scorsese recordando el momento. Pero no sólo de cine y calles vive el hombre y los dos (otra vez los dos) se enredaron en el Nueva York de los setenta en una pandilla que también frecuentaban Robin Williams o el legendario John Belushi. Drogas, mujeres y muchas noches sin dormir, que tuvieron fiel reflejo en Malas calles, estrenada en 1973 y que pasó a la historia como la primera colaboración Scorsese/De Niro. La primera de muchas.
"Bobby y yo podemos acabar nuestras respectivas frases y entendernos sin tener que abrir la boca: somos el perfecto matrimonio profesional", suele decir Scorsese. En 1974, el realizador dirige Alicia ya no vive aquí, mientras el actor deja boquiabierto al personal con su trabajo en la segunda parte de El Padrino. Pero Scorsese ya prepara su siguiente película y empieza a pelearse con un genio llamado Paul Schrader, que tiene un guión sobre un taxista con vocación de bomba ambulante. De Niro, que acaba de ganar su primer Oscar, da el sí al filme y se marcha a Italia a rodar Novecento con Bernardo Bertolucci.
Cuando vuelve a Nueva York informa a Scorsese de su intención de dar clases de tiro y de conducir un taxi. El resto ya es conocido. Taxi driver. Es 1976 y en las calles de todo el país se pronuncia una frase machaconamente: "¿Are you talking to me?"
.Si había dudas en Hollywood de que pocas veces en su historia había sido testigo de una pareja de baile con igual poderío, esta película acabó con ellas. De todas formas, y después del descanso musical que supuso New York, New York, Scorsese y De Niro, De Niro y Scorsese, vuelven a la carga con la historia del boxeador Jake La Motta. El intérprete, que se hincha y deshincha a voluntad, hace como que se ha tragado a otro tipo y construye al púgil más frágil y explosivo de la historia del cine en Toro salvaje. Rodada en glorioso blanco y negro, el filme significó el segundo Oscar para el actor.
El rey de la comedia pasó de puntillas por la taquilla en 1983, y no fue hasta siete años después cuando los dos amigos de Little Italy encontraron el vehículo perfecto para colaborar de nuevo. Uno de los nuestros, pluscuamperfecto retrato de los entresijos de la rutina mafiosa, significó el retorno del Scorsese más comercial.
Aprovechando el tirón rodaron el remake de El cabo del miedo, con De Niro disfrutando de su papel de psicópata cachas y Scorsese deleitándose en la jugada; la película recaudó 80 millones de euros sólo en Estados Unidos. Un triunfazo en toda regla que -contrariamente a lo esperado- sólo le sirvió al director para tomarse unos años de vacaciones y preparar su siguiente película: De Niro, Pesci y Scorsese retomaban sus mafiosos de trajes imposibles y se iban a Las Vegas para meterse en Casino. Muchos identificaron aquella epopeya ubicada en los tiempos en que la ciudad de Nevada era el paraíso de la delincuencia organizada como el final de una etapa. Un punto y aparte por agotamiento que invitaba a las partes a tomarse un descanso. Han pasado 13 años y, según parece, el descanso se ha acabado. Algunos en Hollywood ya se frotan las manos.

Mi propio YO.

La memoria, la personalidad, las emociones y otros rasgos psicológicos son indicativos de la identidad de una persona, pero no la constituyen en sí. En los tiempos que corren, el ser humano está ganando en inseguridad viendo que los trastornos mentales abundan cada día más en nuestras calles. Los trastornos psicosomáticos son la enfermedad del futuro y presente. Mucha gente siente temor al pensar que una alteración psicológica puede provocar una transformación en otra persona, es decir, ser la misma persona pero con distintas características. Es por ello que decimos que "la perspectiva de la tortura física agudiza la mente". Cuando vemos el peligro de padecer un dolor físico, pensamos en nosotros como cuerpo y no como cerebro. El cerebro, más que el órgano líder de nuestro cuerpo, es el último refugio de nuestro propio yo.

Si alguna vez se perfeccionasen los transplantes de órganos nerviosos, mi cuerpo, como mi coche actual, podría pertenecer a otro. Sin embargo, no existe ni la más remota posibilidad de que mi cerebro pueda pertenecer a otro. El día en que muera(es una hipótesis), podría donar mi hígado, mi traquea o incluso mis testículos, pero no podría donar mi cerebro, nunca, ya que si así fuese, yo habría resucitado.